Publicado por: Ángel Amilibia Hergueta | ISNI: 0000000517782974
Vivimos en un entorno cultural en el que el vino, la cerveza y otras muchas bebidas alcohólicas forman parte de la vida cotidiana de la mayoría de las personas.
Desde niños aprendemos a brindar en Nochevieja con cava, a celebrar todo tipo de festejos familiares y comunitarios con bebidas alcohólicas y a consumirlas durante las comidas como una parte, a veces esencial, del hecho gastronómico.
La tradición mediterránea nos enseña que un pequeño consumo de vino con las comidas es algo aceptable y manejable por nuestro cuerpo, sin grandes riesgos para la salud en la mayoría de los casos. Y hoy día, la ciencia médica también confirma que el consumo moderado es adecuado para casi todo el mundo.
Ahora bien, ¿qué es beber moderadamente? En primer lugar hay que hablar de cantidad y frecuencia. Beber hasta 3 unidades al día, siendo mujer, o hasta 4 siendo hombre, sin superar en una semana las 15 o 20 unidades respectivamente, es lo que la ciencia actual establece como límites de la moderación.
Una unidad es, por ejemplo, un vaso de vino, una cerveza, una copa de cava, etc. En cambio los licores de alta graduación, en las cantidades que habitualmente se sirven, cuentan como 2 unidades. (1 unidad = 12 gramos alcohol)
Pero no solo es la cantidad y la frecuencia, sino también cuenta la intención. Si una persona bebe alcohol con el fin de cambiar su estado de ánimo, de relajarse, de perder la timidez, de ser más sociable, o de amortiguar cualquier sentimiento negativo, está haciendo un uso peligroso del alcohol que no puede considerarse moderado aunque la cantidad lo sea. Esta forma de beber es el camino más rápido para crear adicción, y por eso mismo ya no se puede considerar un consumo moderado sino, como mínimo, abusivo.
Cuando una persona abusa del alcohol de forma reiterada y continuada empiezan a producirse en su organismo una serie de cambios psicofisiológicos que van poco a poco generando dependencia, que puede crecer hasta llegar a ser una grave adicción.
No es necesario beber todos los días en exceso. También el abuso intermitente del alcohol puede llevar a la persona a perder su propia capacidad de autocontrol, de tomar decisiones, en definitiva a perder parte de su libertad y convertirse en una persona víctima de la adicción, física, psicológica o ambas.
En los primeros momentos es posible corregir este problema moderando el consumo y manteniéndolo en los límites citados anteriormente. En cambio, si el proceso avanza y la adicción se establece con fuerza, la persona necesitará alejarse completamente del alcohol, y para conseguirlo de forma estable, tendrá que participar en una terapia adecuada que le permita desactivar los mecanismos psicológicos de la dependencia.
Enseñar a disfrutar de un consumo moderado de bebidas alcohólicas es hacer Prevención Primaria y promoción de la salud.
Educar sobre los factores de riesgo del abuso y sobre los síntomas del mismo para evitar que progresen los daños y se llegue a una situación irreversible de adicción es Prevención Secundaria.
Y por último, tratar a las personas que han sido víctimas del proceso adictivo y han desarrollado una dependencia que no pueden dominar es Prevención Terciaria, también llamado Tratamiento. Es el último eslabón al que no querríamos que llegara nadie, pero en el que, por desgracia, se encuentran ya cientos de miles de personas en España y millones en todo el mundo.
Estas labores se pueden implementar en empresas, en centros educativos, en instituciones públicas, en centros sanitarios, etc.
Aprendamos a Vivir sin Adicciones
Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico
Director del Programa Victoria
Programa Victoria