Publicado por: Ángel Amilibia Hergueta | ISNI: 0000000517782974
Todo el mundo a mi alrededor tiene bebés. Parece una conspiración. ¿Es que todas se han puesto de acuerdo? ¿Se están regodeando en mi sufrimiento? ¿Cómo es posible que de pronto mi prima, mi vecina la de los cuatro niños, mi mejor amiga, dos compañeras de trabajo y hasta mi hermana pequeña, se hayan quedado embarazadas a la vez? Y encima algunas de ellas sin querer? y aún se atreven a quejarse, hasta a llorar, y a plantearse si quieren tenerlo, a usar mi hombro de consuelo... ¡que me lo den a mí!
Y por si fuera poco, está esa maldita frase? ?¿y qué, vosotros para cuándo? Mira que luego te haces mayor y cuesta más?. Si vosotros supierais? Qué injusta es la vida.
Sí, lo sabemos, es una mierda.
En algún momento del camino, pasamos a vivir, mejor dicho, sobrevivir, sólo para contar los días que faltan para ovular, listas en cualquier momento para lanzarnos a encadenar un test de ovulación tras otro hasta lograr las dos rayitas del mismo color y empezar las relaciones programadas, respetando la mejor pauta posible para lograr el tan ansiado embarazo, a costa de lo que sea. Sí, de lo que sea.
Tomándonos la temperatura basal cada mañana, para poder hacer nuestra gráfica mensual siguiendo el método sintotérmico, y confirmar así que efectivamente ovulamos cuando creíamos. Y cómo no, cruzando los dedos para que esa temperatura no baje pasados 14 días, señal casi inequívoca de que estamos embarazadas.
Al sexto o séptimo día empezamos a estar extremadamente nerviosas, sabemos que a nivel teórico, un pequeño embrión ya se podría estar implantando en nuestro útero y produciendo las primeras hormonas del embarazo, la tan ansiada HCG o gonadotropina coriónica humana, esa que dicen que tiñe de rosa los test de embarazo, aunque tú nunca lo has visto. Vamos al baño cada 30min, esperamos ver el famoso sangrado de implantación. Tal vez ya estamos embarazadas sin saberlo.
Controlamos cualquier señal que nuestro cuerpo parezca enviar, una ligera náusea, un pequeño pinchazo en un pecho, el vientre ligeramente hinchado, un mareo casi invisible, dos visitas al baño en pocas horas? ¿será esta vez?. Y el día de la NO visita se acerca TIC TAC TIC TAC y entonces cuando vamos al baño, queremos NO ver, NO ver nada en absoluto durante muchos meses, al menos nueve largos meses.
Quedan tres días de cuenta atrás? y ya no podemos esperar más. No dormimos. Las ojeras hacen ya imposible la tarea del maquillaje. Miramos mil webs que dicen que ya podría ser positivo. Que ya podríamos tener algunos síntomas. Por momentos creemos tenerlos, pero al momento nuestro sentido común nos dice que son psicosíntomas, y entonces nos hundimos a nosotras mismas en la más absoluta tristeza, porque esa web dice que deberíamos notar esto o lo otro. Nos analizamos una y otra vez. No nos atrevemos a hacer un test de embarazo aún, no queremos arriesgarnos a un negativo, serían otros dos días llorando, y tal vez para nada, podría ser un falso negativo.
Calculamos la probabilidad estadística de que esta vez sea que sí? Total, nuestro ginecólogo dijo que hasta un año era normal, y todavía nos quedan un par de meses para eso, estamos dentro de la media. Este mes seguro que sí. Hemos tomado esas vitaminas nuevas, las que cuestan un dineral. Nuestra pareja ha tomado unas aún más caras, que hacen que sus espermatozoides sean más fuertes y rápidos, las que nos han obligado a renunciar a la peluquería y la manicura durante algunos meses. Tanto esfuerzo tiene que servir de algo. Nos convencemos.
Hoy es el día, hoy nos la jugamos. Hemos decidido que hoy sábado al levantarnos vamos a tener nuestro positivo, no esperaremos al día de retraso porque ya no nos quedan uñas. El test de la farmacia lleva en casa desde ayer por la tarde. Como cada mes. Ya tiene un cajón reservado en el cuarto de baño. En este momento, nuestra vida pende de un hilo. Puede ser el momento más feliz de nuestra vida, o el más triste. Tanta emoción pendiente de un trozo de plástico. ¿Me estaré volviendo loca? Vale, aquí dice que hay que esperar 5 minutos, esperamos. Miramos de reojo. Esperamos más. A los 4 minutos lo cogemos en la mano. Blanco nuclear. Mi mundo se derrumba, mi corazón da un vuelco. Ya no me quedan lágrimas. Quiero abandonar. Nunca seré madre.
A los 10 minutos recobro optimismo y decido volver, a escondidas de mi pareja rebusco en la basura. Seguro que tarda un poco más en aparecer la rayita, porque aún no tengo la falta. O tal vez bajo luz natural se vea. Pues tampoco. Esto me pasa por comprar el test más barato, seguro que es menos sensible. Lo mejor es ir a hacerme una Beta HCG en sangre, y eso me saca de dudas definitivamente, es lo más seguro y da positivo antes. Qué tonta, debería haber ido directamente. Voy ahora y por la tarde tengo el resultado.
Pero el resultado sigue siendo el mismo: NEGATIVO. Además lo escriben en mayúsculas, con todas sus letras, como para hacer daño. Eso no se hace. Pero más claro agua. Me rindo, esta vez sí.
Hasta el próximo mes.