Publicado por: Ángel Amilibia Hergueta | ISNI: 0000000517782974
Se acercan unas fechas que están entre las más significativas y tradicionales del año. Unas fechas que por su valor familiar y de reunión, suelen conllevar mucha carga emocional ya que implican una efervescencia de actividades y reencuentros, donde parece inapropiado o incluso incómodo no estar en sintonía con el clima de alegría y festividad que suele reinar. Al ser unas fiestas que se dan cada año, en general, solemos tener una “agenda” establecida y, por lo tanto, ya sabemos dónde pasaremos aquellos días más señalados. Suele haber poco lugar a la improvisación y todo está planeado.
Sin embargo ¿Qué sucede si hemos perdido a un ser querido recientemente? ¿Dónde queda todo aquello planeado? Para muchas personas, que han perdido a un ser querido, estas navidades serán sus primeras navidades, otra vez.
De forma natural, estas fiestas provocan en todos nosotros una intensidad emocional más elevada de lo habitual y si has perdido a alguien o alguien de tu entorno cercano ha perdido a un ser querido, lo lógico es que el dolor y la añoranza sean mucho mayores. Por si gestionar esa carga emocional fuera poco, se suele sumar incertidumbre ¿Qué se supone que debo hacer? La presión social “hay que tirar adelante”; “hay que estar bien” y emociones derivadas de un dolor tan intenso como desconocido. También, simultáneamente, pueden mezclarse emociones positivas o deseos de celebración, y eso, no hace más que añadir incertidumbre y confusión.
Cuando nos acercamos a estas fechas, es importante comprender que alguien en duelo está viviendo una contradicción fundamental. Las emociones, expectativas y todo lo que gira entorno a estas fechas tan intrínsecas y significativas en nuestra cultura, tanto como las creencias y expectativas que suelen evocar las navidades, se han visto derruidas de manera repentina y debe volver a construirse ¿Qué sentido tiene ahora celebrar las fiestas? Aunque sean estas las terceras o cuartas navidades desde la pérdida de un ser querido, puede ser que se sientan como las primeras desde que esa persona ya no está con nosotros.
Es natural no sentirse preparado para comenzar el proceso de reconstrucción y tomar la decisión de protegerse ya sea, “cancelando las navidades” como podría ser organizando un viaje o planeando una actividad totalmente desligada de cualquier connotación festiva. Otras familias, prefieren “hacer lo de siempre” y seguir con lo planeado como si nada hubiese cambiado. Es importante validar estas reacciones y comprender que son formas muy válidas de gestionar la dificultad de estas fechas. Sin embargo, a través de la experiencia de personas que han pasado por un proceso similar, sabemos que suelen proporcionar un alivio temporal y superficial, como nos explica Núria en el libro de Alba Payás, El mensaje de las lágrimas.
"Suprimir la Navidad, esa es la idea. (…) Mi impulso sería volver a huir, pero entiendo que no lo podré hacer indefinidamente."
(El mensaje de las lágrimas, p.109)
Es importante destacar que, si finalmente se opta por una de estas opciones, se debe tener en cuenta dos cosas fundamentales. La primera es incluir a todos los miembros de la familia. La decisión debe ser conjunta y cada miembro debe poder expresar su opinión. El segundo factor fundamental es evitar el aislamiento y la “censura emocional”. Cuando creamos un clima de tensión donde la persona siente que debe reprimir y negar todo lo emocional, estamos provocando la represión de emociones muy fuertes, que terminaran por manifestarse en la soledad o de manera inapropiada. El dolor emocional, aunque muchas veces quisiéramos, no se puede hacer desaparecer sin más. Además, al instalar una “ley de silencio” damos lugar a interpretaciones erróneas de gestos, comentarios y reacciones que no harán más que alimentar esa tensión al generar más confusión y aislamiento.
En caso de sentiros preparados, la opción alternativa es la de empezar a “construir una nueva Navidad”. Nos referimos a una “nueva” Navidad porque sabemos que nada volverá a ser como antes; pero sí que queremos construir una nueva forma de celebración con la que nos sintamos identificados y donde nuestro ser querido ocupe un nuevo lugar.
Lo más importante para empezar a este proceso es la comunicación. Como hemos dicho antes, es fundamental entender como nos sentimos nosotros mismos y cómo se sienten los otros miembros de la familia. Acordar una reunión familiar para planear las fiestas puede ser una buena manera de hacerlo, ya que queda estructurada y acotada. Hacerlo así, establece un principio y un final, lo cual puede ayudar a sentirnos en control y menos abrumados. En la reunión se deben establecer tres reglas fundamentales: no se puede interrumpir; se debe permitir la expresión de emociones; y todos, incluidos los niños, deben poder intervenir.
Incluir en todo este proceso a los niños/as y adolescentes es algo fundamental. Aunque es algo que a veces puede resultar difícil, es de vital importancia que entendamos que los niños/as son conscientes de todo lo que sucede a su alrededor y además, nosotros los adultos, somos su primer pilar de apoyo y el modelo más importante de gestión emocional. Para aquellos miembros de la familia que ya se encuentren en la adolescencia, es importante tener presente que aunque no podamos comprender su manera de expresar su duelo y a veces nos parezca que no desean estar presentes; siguen mirando a los adultos como referente y existe riesgo de que adopten roles familiares inapropiados si no tiene a su alrededor figuras de referencia estables.
Poder sentarse y hablar del tema nos permite pararnos a sentir y verbalizar nuestras emociones evitando así que se conviertan en un tabú. Hay que tener en cuenta que esconder sentimientos naturales como la tristeza y la añoranza; o tener que disimular constantemente es psicológica y emocionalmente agotador. Se debe perder el miedo a preguntar, a sentir y a conectar. Preguntas como ¿Te sentirías cómodo si…? ¿Hacer “x o y” te ayudaría? ¿Cuál seria la mejor manera para ti? ¿Cómo te sentirías si…?, son ejemplos de preguntas que nos ayudan a fomentar la expresión emocional constructiva.
Otro punto importante, es el de repasar e incluir nuevos rituales. Sentaros a expresar qué rituales queréis mantener y como os gustaría que fuesen y también con cuales no os sentís cómodos o preferís no hacer (las comidas, fin de año, noche buena, el árbol de navidad, el pesebre,...).
Si os sentís preparados, buscad una manera simbólica de tener presente a vuestro ser querido. Determinar un tiempo o espacio especifico, puede ayudaros a proporcionar estabilidad y control. Marcar los tiempos para recordar y honrar a vuestro ser querido puede ayudar a vivir con menos dolor el resto de momentos. Puede ser el tiempo y la manera que vosotros decidáis; recordando historias antes de cenar, sentaros juntos a compartir aquello que la hacia tan especial antes de abrir los regalos o escuchando aquellas canciones que le gustaban.
Tomar control y planear. Como hemos dicho anteriormente, la incertidumbre dificulta la gestión emocional y todo aquello que podamos hacer para establecer estabilidad y control, nos va a ayudar. Párate a sentir y a decidir que sientes y que necesitas. Date permiso para cancelar o cambiar de planes, para tener tiempo para ti, para descansar, para estar en silencio, en definitiva para escucharte. Ten siempre un plan B por si te sientes abrumado y siéntete legitimado a decir “no puedo”. Pasear o hacer ejercicio durante estos días es algo que te puede ayudar.
Durante estos días es muy importante que planifiques tiempo para cuidar de ti mismo. Tendrás días horribles, días menos horribles e incluso algunos que serán buenos. Tómalos de uno en uno e intenta no analizarlos en exceso. Respira hondo e intenta sentir más en lugar de pensar en lo que sientes.
Extiende la mano a aquellas personas cercanas en las que sabes que puedes confiar. Tener a alguien a quién puedas explicar todo por lo que estás pasando y que pueda actuar como apoyo si en un momento dado te ves superado y necesitas salir de esa situación. Alguien con quien te sientas cómodo si debes abandonar de manera repentina una cena o evento social. Intenta tomar conciencia de cuales son las situaciones que conllevan más riesgo emocional para ti. Las actividades sociales son las que suelen conllevar más riesgo emocional porque es posible que comentarios inocentes que hagan otras personas te causen muchísimo dolor: “espero que tu familia se encuentre bien”; “!Que bien estar todos aquí reunidos!”; “!Que ilusión tener a todos mis hijos aquí conmigo!”. También debes estar preparado para que la cosa menos esperada te haga conectar con una intensa emoción de manera repentina. Cosas triviales, que no identificas de manera consciente con aquella persona, te pueden asaltar de manera inesperada. Intenta no analizarlas, déjate sentirlas y tener un momento íntimo con ese recuerdo o sentimiento.
Para finalizar este artículo, me gustaría expresar mi enorme respeto y admiración por todas aquellas personas que afrontan estas Navidades con la pérdida de un ser querido presente.
"De niños pensábamos que cuando llegáramos a ser mayores ya no seriamos vulnerables. Pero madurar es aceptar nuestra vulnerabilidad. Vivir es ser vulnerable."
Madeleine L'Engle
Juan Carlos Goujon
Psicólogo especializado en duelo y trauma por el Instituto IPIR y el Instituto de Psicoterapia Sensoriomotor
Bibliografía
Payàs Puigarnau, Alba. El mensaje de las lágrimas: Una guía para superar la pérdida de un ser querido. Ed. Paidós
Especial agradecimiento a:
Instituto IPIR