Publicado por: Ángel Amilibia Hergueta | ISNI: 0000000517782974
Cuando llega el mes de junio, todos ansiamos la llegada del verano. Las terrazas al aire libre, las tardes en la playa y las vacaciones en familia parecen ser lo único que tenemos en la cabeza. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. La deshidratación, las intoxicaciones alimenticias o las quemaduras solares pueden convertir nuestro verano en una pesadilla. ¿Qué hacer para sacarle el máximo partido a la época estival? ¡Apúntate estos hábitos saludables!
La mayor parte de nuestro cuerpo está compuesto por agua, por lo que es muy importante mantener el equilibrio hídrico de nuestro organismo bebiendo 2 litros de agua al día, aproximadamente. Esta cantidad puede variar en función de las necesidades de nuestro organismo, nuestra actividad física o nuestra alimentación.
Sin agua, el cuerpo no puede funcionar correctamente y, consecuentemente, empezará el proceso de deshidratación. Algunos de los síntomas de la deshidratación son la sed, tener la boca seca, dolores de cabeza o calambres musculares.
Otra cosa que podemos tener en cuenta para saber si bebemos suficiente agua es el color de la orina. Si el tono es demasiado oscuro, querrá decir que necesitamos beber más líquido. Si has notado que el color de tu orina es muy oscuro, puedes hacerte un análisis de orina para asegurarte que todo funciona correctamente.
Una de las muchas cosas buenas que tienen los meses de verano es su gran variedad en frutas y verduras. Las frutas y las verduras de temporada son las que aportan más nutrientes, ya que están en su punto de maduración óptimo.
Además de su multitud de beneficios para la salud, la fruta y la verdura son ideales para nuestras recetas de verano, ya que sirven como tentempié, como plato principal o como postre. Además, también son alimentos cómodos para llevar a la playa, a la piscina o de excursión.
Los dietistas nutricionistas recomiendan consumir un mínimo de 5 piezas de fruta y verdura al día.
Usa protección solar alta
Para cuidar nuestra piel, es imprescindible utilizar crema de protección solar todos los días, sobre todo los meses de verano, cuando los rayos del sol son más peligrosos.
Los dermatólogos recomiendan usar un factor de protección alto (mínimo FPS 30) para proteger la piel de las agresiones solares. Las consecuencias de una mala exposición al sol son el envejecimiento prematuro de la piel, arrugas, aparición de manchas y un aumento en el riesgo de desarrollar cáncer de piel.
También es importante destacar que los niños y los adultos deben usar filtros solares distintos. Mientras los adultos pueden usar filtros químicos (con sustancias que absorben los rayos ultravioleta), los niños deben usar filtros solares físicos o minerales (pantalla que impide la penetración de los rayos solares). De lo contrario, la piel de los más pequeños es muy sensible y las consecuencias de las quemaduras pueden ser muy graves.
El protector solar debe aplicarse, al menos, 20 minutos antes de la exposición solar. Es importante no olvidarse de ninguna zona del cuerpo, prestando especial atención al rostro, el escote, el dorso de las manos y el cuero cabelludo.
Después de los meses de verano, se recomienda acudir al dermatólogo para realizarse un mapa de lunares y ver si se ha producido alguna modificación en nuestras pecas después de los días de playa.
Durante los meses centrales del año los ojos son más susceptibles de padecer lesiones como consecuencia de la luz solar y la radiación ultravioleta.
Para evitar estas lesiones oculares, los oftalmólogos (oculistas), recomiendan usar gafas de sol homologadas que protejan adecuadamente nuestros ojos. Es importante que tanto el filtro del cristal, su color y la montura sean adecuadas para nuestras necesidades de visión.
Debemos usar las gafas de sol siempre que nuestros ojos estén expuestos directamente a la luz solar: en la calle, en la playa, en la piscina, conduciendo, haciendo deporte al aire libre, etc.
En verano nuestro cuerpo pone en marcha los mecanismos de regulación térmica o termorregulación para adaptarse a las altas temperaturas. Para ayudarle, es conveniente usar prendas transpirables. Las más recomendadas son las elaboradas con fibras naturales como el algodón o el lino. También es importante que la ropa sea cómoda y ligera. Usar ropa demasiado ajustada puede ser contraproducente en relación a la buena circulación de la sangre.
En cuanto al cuidado de los pies y el calzado, los podólogos recomiendan tomar precauciones especiales esta época del año, ya que son los meses en que los pies están más expuestos a desarrollar infecciones, verrugas, hongos, etc.
En primer lugar, es importante realizarse una quiropodia para tener unos pies bonitos todo el verano (sin durezas, sin callos y con las uñas cortadas correctamente).
En segundo lugar, los podólogos alertan sobre la importancia de usar chanclas en la piscina, en la playa y en las duchas de los gimnasios para evitar el contagio de hongos, además de secarnos bien los pies.
En paralelo, se aconseja usar sandalias que no sean totalmente planas, ya que esto puede producir dolores de espalda y de rodilla.
Evita las comilonas
En verano tendemos a alterar nuestros hábitos en la cocina, ya sea por las vacaciones, por las pocas ganas de cocinar o por las largas jornadas fuera de casa. Los dietistas nutricionistas recomiendan que nuestra alimentación estos tres meses sea ligera y rica en frutas y verduras para no tener digestiones pesadas que puedan derivar en malestar, hinchazón y pesadez abdominal.
En verano se suele consumir menos energía, ya que pasamos más horas tumbados en la playa o en la piscina y, por lo general, el ritmo de trabajo disminuye. Esto quiere decir que nuestras necesidades calóricas también se reducen, por lo que es necesario adaptar los menús semanales.
Los helados, las cervecitas frías, las tapas, los bocadillos en la playa, la comida rápida o el alcohol son algunos de los enemigos de la alimentación de verano.
Esta alteración en la dieta durante los meses de calor puede traducirse en un aumento del colesterol en sangre, afectando directamente a la salud del corazón. Asimismo, el azúcar de los helados también dificulta el control de los diabéticos en verano.
Los profesionales de la nutrición recomiendan no saltarse las comidas principales, potenciar en consumo de productos frescos y conservar bien los alimentos en la nevera para evitar intoxicaciones alimentarias.
En verano llega el buen tiempo y aparecen los insectos. Las buenas temperaturas y el auge de focos húmedos como las piscinas son el escenario ideal para su desarrollo.
Existen diferentes tipos de picaduras. Por un lado hay los animales que ?pican?, como las avispas, las arañas o las hormigas. Por otro lado, hay los animales que ?chupan?, como los mosquitos, las garrapatas y las pulgas. Además, en nuestras playas, también debemos tener en cuenta a las picaduras de medusa.
Aunque en España los insectos no son letales, sí debemos prevenir esas picaduras para evitar reacciones alérgicas inesperadas.
La mejor forma de protegernos de las picaduras de los insectos es llevar ropa que cubra la mayor parte de nuestra piel (sobre todo cuando vamos a destinos donde hay muchos insectos) y usar repelentes.
Si después de una picadura nuestro cuerpo reacciona de forma extraña, es muy importante visitar a nuestro médico de cabecera o, en función de la gravedad, ir directamente a urgencias.
Otro método preventivo a tener en cuenta es llevar un botiquín de viaje con las medicinas adecuadas.
En verano, la gran cantidad de oferta de comida que hay en los mercados, así como nuestros viajes a destinos exóticos, favorece que probemos alimentos y sabores nuevos. Esto es inofensivo siempre y cuando tomemos las precauciones adecuadas.
Lo más importante es preguntar siempre la composición de los platos, para evitar comer algún alimento al cual seamos alérgicos. También es relevante saber qué tipo de sabores nos sienten bien y cuáles no. Por ejemplo, si sufrimos ardor cuando comemos comida picante, lo mejor será evitarlo.
Si al volver de las vacaciones sentimos hinchazón, acidez, ardor o dolor abdominal, lo más adecuado es solicitar una ecografía abdominal o ir a ver al digestólogo.
Durante el verano, los rayos del sol inciden directamente en nuestra cabeza y, si no la protegemos adecuadamente, pueden aparecer dolores de cabeza o mareos, además de quemaduras en la zona.
Es importante considerar que, por lo general, no solemos aplicar crema en el cuero cabelludo y sin embargo es una de las zonas más delicadas de nuestro cuerpo. Un sombrero o una gorra permitirán proteger la piel de la cara, la cabeza y los hombros.
Este consejo lo deben tener especialmente en cuenta las personas sin pelo en la cabeza, ya que tienen la piel totalmente al descubierto.
El calor y la humedad son dos factores clave que catalizan la aparición de hongos y bacterias en la zona íntima. Durante el verano, pasamos el día en la playa o en la piscina y es muy habitual no cambiarnos el bañador o bikini a lo largo de todo el día.
Entre las mujeres es muy habitual desarrollar cistitis (infección urinaria). Los síntomas más habituales son ganas constantes de ir al baño y escozor en la zona íntima de la mujer.
Por este motivo es muy recomendable evitar llevar el bañador húmedo todo el día en contacto con la piel. Si no lo podemos evitar y hemos notado los primeros síntomas, lo adecuado es visitar al ginecólogo.